Camino por calles húmedas con olor a orina, es una noche
fría, en las esquinas se ven los lobos aullando, pidiendo alimento, esperando
colocar la cruz de espinas a la oveja, es la vida sin palabras, es el vacío del
estómago que llama a hurguetear los
basureros, de los restoranes para poder calmar el dolor, es el precio de ser expulsada del abrigo y calor de un hogar,
porque ya no eres una niña, es el llorar de impotencia cuando la madre le cerró
la puerta y le dijo espero que te vaya bien, nadie nunca se imaginó como iba a
terminar, durmiendo en las postas de urgencias, acariciando su vientre que
empieza a brotar, como el agua furiosa del Mapocho, ella camina por avenida la
paz, recorre las tumbas del cementerio general , buscando una respuesta a tanta
ingratitud de la vida, es entonces cuando aparece con la guadaña, le arranca el
alma y termina su sufrimiento para estar sentada a la derecha del Dios padre como
muchas otras víctimas, que terminan muertas a pesar de ser inocentes.
La casa de los abuelos. Me gustaba la casa de los abuelos, recuerdo el olor a te que salía desde la cocina y como me quemaba la lengua con los panes amasados, estaban la pata loca, la Chepa y por su puesto los gatos y perros, me acuerdo de la casa de los abuelos y vienen a mi paladar los sabores de ese caldo amarillito de la cazuela de pollo y los huevos de colores era una infancia llena de rosas de colores de juegos de palabras de amor me gustaba la casa de los abuelos subir a los árboles olvidarme del mundo y comer la fruta recién cortada, esas ciruelas verdes y espantar gorriones, molestar a las gallinas o tratar de robarle los huevos a los ganzos que por cierto picoteaban fuerte, los helechos y las plantas recuerdo cuando jugaba con los chanchitos de tierra y cazaba arañas desde las paredes viejas la casa de los abuelos donde se peleaban los viejos, donde jugaron nuestros hijos, donde las fiestas eran de 3 días recuerdo el so
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